MOVER CON FUERZA
A propósito de Peribáñez
Clásica es aquella obra que nos desafía en su interpretación y nos ofrece, en cada lectura, nuevas y variadas posibilidades escénicas; la que mueve con fuerza nuestro ánimo una y otra vez. Peribañez forma parte del canon literario mucho más que del escénico y ha sido destacada en ocasiones por su calidad de estampa antes que como pieza de pura acción dramática; pero nosotros hemos encontrado una vitalidad en este conflicto que lo sitúa un paso por encima, o por delante, de otros dramas del honor villano. No cabe apelar a la oposición drama social frente a tragedia eterna, porque entendemos que, a pesar de los cambios de coyunturas, de modos y de costumbres, la organización humana siempre ha tendido a configurar dinámicas en las que los poderosos ejercen su poder en forma de abuso sobre las capas de la sociedad que consideran inferiores: que la situación se repita no implica que su naturaleza no sea social en última instancia.
Todo contexto artístico responde a un estado de lo social. Y, así, una sociedad fuertemente estamental es capaz de crear una sólida polaridad; un paisaje en el que el villano rústico solo puede expresarse como personaje cómico y el pastor bucólico, idealizado hasta el extremo, se debe a un mundo irreal de sutiles enredos amorosos. Aunque pueden aparecer en las mismas ficciones nunca se mezclaran sus devenires. Muchas comedias respiran estos aires sin presentar ninguna incomodidad ante escenas en las que los criados, villanos, repiten como en un espejo deformado los celos y requiebros de sus refinados señores. En este panorama apenas queda espacio para el amor real; pero, cuando este surge, necesariamente lo hace como síntoma de una crisis de identidad profunda que es, también, de origen social.
Para Lope, otra vez, el amor es la gran metáfora. En la sociedad dividida y segregada que nos presenta Peribáñez,algunos creen merecerlo todo y, por lo tanto, consideran inútiles los méritos de los de abajo, por más que estos sean evidentes. El amor auténtico, totalmente alejado de oropeles ideales o de torpes remedos, que viven Pedro Peribáñez y su esposa, Casilda, es la evidente prueba de un triunfo vital que los sitúa por encima de sus supuestas posibilidades ; es, por tanto, una suerte de insulto a la autoridad de aquellos a los que la sociedad, por distintos motivos en distintos tiempos, ha colocado en lo más alto de su escalafón.
La tensión entre estos dos mundos se resuelve con la necesidad de las formas trágicas. El tiranicidio se nos presenta como la única forma en la que el sometido puede responder cuando se ve avasallado por un poderoso enfermo menos de amor que de fracaso. Peribáñez no defiende a Casilda en tanto que su propiedad, por más que escuche los ecos de la tradición respecto de la honra. Peribáñez defiende a su familia- pues ya son uno los dos- en el sentido más noble del término; y, como consecuencia de su prosperidad, un nuevo modelo de vida insultante para el poder. No olvidemos que los hombres que abusan de las mujeres no lo hacen por intereses eróticos sino como vana demostración de su pretendida superioridad.
Los errores trágicos se suceden: Casilda se defiende, pero calla; Fadrique, otorga la condición de caballero a Peribáñez, con lo que le invita a protegerse en una ilusoria igualdad de condiciones; y Peribáñez, aborta un nuevo orden antes de ser instaurado y abraza el antiguo pacto que solo sabe sofocar la injusticia con sangre. Para Lope “los casos de honra son mejores/ porque mueven con fuerza a toda gente”. Con Peribáñez, más allá de la honra pública, Lope nos mueve con fuerza , otra vez, poniendo sobre el escenario la dolorosa defensa de una vida honorable .
Yolanda Pallín